Por: Gonzalo Caro Maya “CAROLO” – Foto: neonadaismo2011.blogspot.com
Editorial Revista El Pellizco, Edición Julio
La firma de La Habana es el suceso más importante de la historia de Colombia. Su trascendencia supera a la de cualquier otro suceso. El Frente Nacional, por ejemplo, puso fin a la violencia partidista, pero fue un acuerdo excluyente. El de La Habana será un acuerdo de inclusión. El rechazo que la paz suscita en un sector de la población obedece a varias razones: la vieja tradición excluyente de la sociedad colombiana, la tentación paramilitar y los odios y las heridas producidos por decenios de una guerra de “baja intensidad” y de altísimas crueldades.
También es un problema de imaginación. Es difícil imaginar la paz por la sencilla razón de que no la conocemos, y concebirla resulta tan difícil como imaginar un universo de cuatro dimensiones espaciales, o la vida sin la participación del átomo de carbono, o un banquero generoso, o un caudillo sensato.
¿Qué se viene ahora? Muchos retos complejos. Para las Farc, enfrentar desarmados un establecimiento de alta peligrosidad, proclive al paramilitarismo y a la “mano negra”, y luego participar, con el discurso farragoso que los farianos estilan, en ese turbio laberinto de intereses que la política colombiana.
Para la sociedad, el reto es confiar en unos guerrilleros que nunca le han inspirado confianza. La sociedad colombiana despreció al principio a las Farc por sus ideales, y la despreció al final porque “había perdido sus ideales”.
Como dice Julio Cesar Londoño “Las Farc son solo una variable de esa intrincada ecuación llamada Colombia, pero es una variable importante. Eliminarla como grupo armado (esta es la hazaña de La Habana) es un gran paso hacia adelante. Significa secar ríos de sangre, salvar montañas de oro, dejar sin flujo de caja a los mercaderes de la guerra y sin tema a sus oradores, empezar la cicatrización de las heridas de los combates, ponerle fin a la polarización de los debates y ganar serenidad, tiempo y recursos para enfrentar los otros grandes problemas que afectan a la Nación”.
El camino recorrido ha sido duro y provechoso. Ahora somos menos bárbaros que el año pasado. Depende de todos lograr que dentro de un año los debates tengan más vuelo y que en diez o 20 años tengamos un nivel de desarrollo humano acorde con las riquezas del país.
Sin embargo, debo hacer una advertencia. Como señala Héctor Abad, “Los políticos y agitadores de la extrema derecha colombiana están creando un ambiente de virulencia verbal y de degradación de la discusión pública tan graves, que pueden conducir nuevamente a años de violencia política, y a un reemplazo de las vías democráticas por las vías de hecho”. Me alarma ver el nuevo tipo de político iracundo y vociferante.. En vez de la discusión razonada o de intervenciones argumentativas, en el tema de la paz, su lenguaje físico y verbal es el de la ira. Ante el conteo minoritario de los votos, la reacción es el puñetazo en la curul, el gesto grosero, el grito, las palabras de odio y desprecio hacia el gobierno y sus más respetables funcionarios. Usan, además, falsedades. Insisten, por ejemplo, en que el actual gobierno traidor fue elegido con los votos de Uribe. Eso era cierto en los primeros cuatro años de Santos. Pero insistir en lo mismo, después de la reelección, cuando el Centro Democrático tuvo candidato propio, y perdió no solo las elecciones presidenciales, sino también las del Congreso, es sencillamente falso. El segundo Santos fue votado por quienes apoyamos el proceso de paz, así que seguir hablando de un Santos elegido por el uribismo, y luego traidor, es recalentar una sopa vinagre.
Se acusa calumniosamente al actual gobierno y a los competentes negociadores de paz de estar vendiendo el país y entregándoselo a los narcotraficantes, a los comunistas y al terrorismo. Lo cierto es que los altos comisionados del gobierno están sirviendo a los intereses públicos con un sacrificio que, bien mirado, es verdaderamente heroico, patriótico y ejemplar. Ellos, que de verdad están haciendo patria, son maltratados como vende patrias.
La falta de moderación del lenguaje y la degradación del debate a niveles de insulto podría hacerlos responsables de un nuevo fracaso de la paz y de un regreso al conflicto. Ojalá no sea así. Como siempre, todo por la paz.
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