Alberto Agudelo y su producción de panela en Rionegro

Alberto Agudelo y su producción de panela en Rionegro

Panela 1

Cortesía La Prensa Oriente

En Rionegro, un campesino dedicado 100 % al trabajo en sus cultivos, produce panela artesanal. Él ha logrado la permanencia en el tiempo de un arte que ancestralmente permitió el desarrollo de comunidades rurales y ayudó en su autonomía económica.

En el año 1921 nació, en el viejo Peñol, Alberto de Jesús Agudelo Atehortúa, un hombre campesino, trabajador y amante de los cultivos. Creció en un pueblo donde la mayoría de sus habitantes eran agricultores y agrónomos, y él no fue la excepción. En su finca tuvo cultivos de caña, plátano y maíz; sin embargo, Alberto, su familia y toda la comunidad del viejo Peñol, tuvieron que emigrar del pueblo por intereses económicos que ocuparon sus propiedades, su municipio fue inundado para darle paso al embalse.

A sus 48 años Alberto llegó a la vereda El Rosal, en Rionegro, con su esposa y ocho hijos. La finca en la que se asentaron la había comprado con la plata que recibió por su vivienda en el viejo Peñol. Alberto inició una nueva vida en este lugar y decidió hacer lo mismo que en su pueblo natal, producir y sacarle comida al campo. “Aquí no había nada, solo había yerba imperial toda apestada, no veía uno ni una mata de plátano, ni una matica de flores. No había sino charrasco en el potrero”, expresó en un ameno diálogo con La Prensa, el señor Agudelo Atehortúa.

Él y algunos miembros de su familia empezaron a sembrar caña de azúcar, plátanos, limones, naranjas, frutales, café, papa, yuca, alverja, tomate, frijol, repollo y lechuga, para su autoconsumo y su sustento. Alberto trabajaba también por fuera la construcción, de estos trabajos él adquiría el soporte económico para su familia.

Panela artesanal

De la caña de azúcar empezó a producir panela artesanal a los 14 meses después de sembrada, este es un arte que le heredó a su mamá cuando estaba pequeño. “Ese es el tiempo que se necesita para que la caña esté lista. Inicialmente teníamos un horno chiquito que producía menos panela, sacaba una arroba que son 12 pares, 25 libras; ahora, muelo cada dos meses y me saco cuatro, cinco y otras veces seis arrobas. Lo menos que se me ha dado han sido 4 arrobas. Aquí los vecinos vienen por ella y se la llevan. No es necesario salir a vender. Los de la Asociación de Productores de Rionegro (ASPHOR), por ejemplo, a veces me encargan una arroba y yo voy y la llevo; pero, la gran mayoría la consumen acá en la vereda. Yo muelo cada 2 meses y mientras tanto sigue creciendo la caña para seguir surtiendo”, agregó Alberto Agudelo.

La finca de la familia Agudelo Atehortúa, tiene aproximadamente una cuadra de caña de azúcar cultivada que, al ser desligado de la tierra, vuelve a crecer, “queda la raíz retoñando”. Actualmente, en esta labor, Alberto, cuenta con la ayuda de una de sus hijas y un sobrino, que aún conservan ese amor y respeto por el campo. El resto de sus hijos trabajan la carpintería.

Alberto está a punto de cumplir sus 97 años y está seguro de seguir con esta labor hasta el último día de su vida, además, asegura que a pesar del humo que genera la panela en su producción, se siente más aliviado que nunca.

Por su parte, Teresita Agudelo, hija del señor Alberto, ha sido su mano derecha en este camino del campo, y es quien piensa continuar con la herencia y esta “gran responsabilidad que le está dejando su padre”. Teresita sabe que este es un camino difícil y que el campo ha llegado a un punto de desequilibrio en el que muchos jóvenes ya no se quieren quedar, pero también sabe que es un arte que no se debe acabar.

El conocimiento del campo está, la idea es que no lo dejemos perder, que lo rescatemos, que queden estas historias escritas; por ejemplo, aquí en Rionegro solo en esta finca se elabora la panela. La parte triste no es que el campo se esté acabando, si no, que se están desplazando los campesinos. “Digamos que Rionegro es todo industrial, entonces uno siente que lo están desplazando, que cada vez lo están estrechando más, que el círculo de los amigos que cultivaban en el sector cada vez se va cerrando, y uno mira con pesar todo esto y piensa dentro de 10 años dónde estaremos, porque sabemos que aquí no vamos a poder seguir cultivando”, manifestó Teresita.

Finalmente, Teresita y Don Alberto Agudelo buscan dar un mensaje a las nuevas generaciones, y es que valoren el campo.

Yo quiero que recuerden que cada que se llevan un trozo de comida a la boca, hay un campesino que fue el que estuvo en ese proceso de cultivar para que tengamos comida, y a quienes son, y han sido del campo, que por favor no lo abandonen, que se queden ahí porque él es quien nos da todo. Dios nos dio todo listo, la naturaleza es perfecta. Es la parte de la cultura que debemos rescatar, porque a nivel país y en este Oriente antioqueño, hay muchas familias que han vivido de éste, gran arte”, concluyó Teresita, hija de Alberto Agudelo.

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