Calentamiento global ¿Invento del capitalismo?

Por: Juan Fernando Pachón Botero

Luego de una prolongada lucha cuerpo a cuerpo contra “el síndrome de la hoja en blanco”, me declaro vencedor. ¡Eureka!  Al fin me  fluyen las ideas, no sin antes elucubrar día y noche….

La ciencia es maravillosa y nos brinda la posibilidad de vivir a plenitud, nos da herramientas para hacer de la existencia una experiencia más grata, nos provee de información necesaria para proyectar nuestro futuro y mejorar nuestro presente. Este milagro debe ser tomado con mucha cautela y observado con el amplio poder de discernimiento que nos brinda la universidad, una deliciosa lectura, una charla de café, la cotidianidad misma.

En todas las épocas de la humanidad se han promulgado diferentes premisas que se adoptan como absolutas. En algunas ocasiones, un nuevo punto de vista replantea lo que antes era irrefutable.

A través de la historia  hemos visto pasar de largo a Aristóteles con su física primitiva, que la iglesia adoptó convenientemente como ciencia de cabecera. Dos milenios después, a Sir Isaac Newton, con su pragmática teoría de la gravitación universal bajo el brazo. Siglos después, al glorioso Albert Einstein, quien se hizo escuchar con su complicada y precisa teoría de la relatividad general. Afortunadamente para el genio y para nuestra actual concepción de la física moderna, en días recientes se ha desmentido categóricamente la osada hipótesis de que los entes más veloces sobre el universo entero son los neutrinos (partículas subatómicas provenientes, en su gran mayoría, del sol) y no los haces de luz, salvando de aprietos a su famosa fórmula: “E=MC^2”. Ahora le corresponde el turno al ilustre Stephen Hawking, con su particular visión de un universo cuántico. No sobra decir que cada teoría fue importante en su tiempo, sirviendo de punto de partida para las nuevas ideas; actuando como eslabones que se unen de generación en generación como piezas de un rompecabezas, casi siempre a favor de la humanidad.

La clave del asunto está en recibir la información con el filtro divino que nos concedió la naturaleza: “el sentido común”. En paisa, no tragar entero. Para lograr eso, debemos quitarnos la venda impuesta por el capitalismo salvaje y el consumismo devorador. Debemos despojarnos de ideas preconcebidas y alejarnos de leyes estereotipadas que se venden cual revista de modas. Entonces   nos iluminará la razón, madre de todos los saberes.

El tema tiene tantos enfoques para indagar como nubes un día opaco, pero entrado en gastos hay uno en especial que me inquieta y merece todos mis esfuerzos: “el calentamiento global”. Lo anterior, debido a la visión generalizada que se ha adoptado en torno a éste, y a la manera tan voraz como los medios masivos de información socavan el inconsciente colectivo, llegando a convertirse hoy día casi en un culto sagrado.

Todos los días somos bombardeados con noticias sobre el calentamiento global y sus efectos devastadores: “que los polos se descongelarán”, “que los mares subirán su nivel”, “que Amsterdam y Nueva York desaparecerán del mapa”, “que los mayas dicen”…., “que los gases de efecto invernadero”…., “que el fin el mundo”…., “que lo uno, que lo otro”. Es el siglo del terror, de la información ligera, de las nuevas pseudociencias, del esoterismo científico.

Como dice el filósofo: “empecemos por el principio”

La teoría del calentamiento global plantea que el aumento de la temperatura en la tierra se debe al aumento de los gases de efecto invernadero antropogénicos, es decir, los creados por el hombre. El CO2 (dióxido de carbono) es el más común. A éstos  se suman los gases de origen natural, creando una gruesa capa, de manera que la radiación solar saliente (la que rebota en la superficie) se absorberá con mayor intensidad atrapándola en nuestra atmósfera, pues estos gases tienen las propiedades físicas y químicas necesarias para retenerla.

No se puede negar que el calentamiento global en nuestros días, es una realidad ineludible. El hecho es saber a ciencia cierta su verdadero origen. He aquí varias razones que ponen en tela de juicio la idea un tanto descabellada, de que el hombre es el principal causante de dicho fenómeno:

1- Razón histórica

Es muy importante explorar la historia muy corta pero intensa de nuestro querido hogar la tierra, para descubrir que el clima cambia de manera continua de acuerdo con un ciclo natural establecido. Basta dar un vistazo a las curvas de los registros históricos de las temperaturas de la tierra en sus diferentes edades geológicas, para constatar que en épocas anteriores a la nuestra (miles de años antes) se han registrado mayores temperaturas que las actuales (y menores también). ¿Cómo se explica esto, a sabiendas de que en aquellos tiempos la producción industrial era nula y la mano del hombre aún imperceptible? Es más, dichas curvas empezaron a descender significativamente en pleno auge industrial de la posguerra en la década de los cuarenta, cayendo durante 40 años más (hasta la década de los ochenta) en lugar de dispararse, contradiciendo de forma clara la teoría en cuestión y más aún poniendo en el ojo del huracán a los modelos climáticos por lo visto poco confiables, utilizados como herramienta de soporte.

2- Razón matemática

La proporción de CO2 en la atmósfera con respecto a otros gases de efecto invernadero (vapor de agua, ozono, metano, etcétera.) no llega ni al 0,05 % (sólo el vapor de agua de los océanos representa el 95 %). Luego, se tiene que la relación del CO2 emitido por el hombre con respecto al CO2 natural es todavía mucho menor (Sólo los volcanes y la vegetación muerta representan un porcentaje mucho mayor). Los que conocen de matemáticas básicas se darán cuenta de que estamos ante una cifra escandalosamente ridícula, en torno a la cual se montó toda una parafernalia   al servicio de una corriente científica, de muy dudosa reputación.

3-Razón política

En la década de los ochenta hubo una prolongada huelga de mineros en el Reino Unido, debido a los malos tratos del gobierno hacia esta colectividad. La entonces primera ministra Margaret Thatcher, se encontraba en una posición difícil, a la que se sumaba su afán de implementar (y argumentar) la energía nuclear en su país, y su declarada enemistad con los países del medio oriente, (principales productores de petróleo) situación de la cual supo salir airosa (El remoquete de “la Dama de Hierro” no era gratuito). Entonces ideó una jugada maestra, promulgando a los cuatro vientos a la real sociedad científica, que había dinero sobre la mesa para quien se diera a la tarea de investigar y posteriormente demostrar la relación directa entre las emisiones de CO2 a la atmósfera y el hasta entonces incipiente calentamiento global. De esta manera le quitaba poder al gremio minero, puesto que el carbón en su etapa de combustión emite altas cantidades de CO2. De paso, también salpicaba a los árabes, con su petróleo convertido luego a gasolina. Y como si fuera poco, justificaba de manera plena su política nuclear. De forma repentina, los científicos ingleses voltearon sus miradas hacia otro horizonte, ya que anteriormente la preocupación imperante en la humanidad era un posible congelamiento de la tierra, (o no se acuerdan cuando en los medios solo se hablaba de las nuevas eras de hielo venideras). Fue cuando tomó fuerza la propuesta de un científico suizo de calentar la tierra con emisiones controladas de CO2 a la atmósfera ante una eventual helada. Casi de manera mágica, aparecieron bajo el sombrero extensos y amañados textos de pobre argumentación sobre el calentamiento global terrestre. Investigadores inescrupulosos no dudaron en adoptar dicha posibilidad como una verdad inapelable y el dinero no se hizo esperar. A más dinero….más estudios y más propaganda…y más gobiernos adheridos al movimiento. Sin darnos siquiera cuenta asistimos a la fundación de una nueva religión: “el calentamiento global, tal y como se conoce ahora”.

4- Razón social

Paralelo a este boom climatológico, el sistema comunista cayó en Europa durante la época del derrumbamiento del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Es muy probable que Greenpeace (ONG verde de intenciones altruistas, pero contaminada en algunos sectores por esta nueva ola) estuviera formada por oportunistas comunistas huérfanos de poder, que detrás de una intención ambientalista escondían ideales de izquierda que pretendían atacar al sistema capitalista en su estructura más íntima: “la industria en todas sus manifestaciones”. La sinergia de estas situaciones políticas e ideológicas (perfecto coctel entre izquierda y derecha conspirando en contra del entendimiento) derivó en una bola de nieve que arrastró consigo cualquier vestigio de sensatez científica, sepultando en su paso arrollador a la climatología tradicional.

5- Razón económica

El dinero, motor que mueve al mundo en nuestros tiempos, se ha convertido en fiel escudero de la ciencia. Sin éste, los proyectos científicos darían pasos cansinos. Los climatólogos de nuestra generación se prostituyen, se venden al mejor postor y endosan su alma al diablo sin importarles que la ciencia se derrumbe ante sus pies. Si algún climatólogo tiene la osadía de apuntar sus conocimientos hacia temas que atenten contra los intereses de particulares, no recibirá ni un centavo para tal propósito. Si algún científico desea emprender un estudio con el objetivo de enfocar el calentamiento global contemporáneo desde otros puntos de vista, lejos de lograr patrocinio alguno, podría ser “excomulgado” como si se tratara de un hereje en épocas inquisidoras. Por otro lado el maquiavélico neoperiodismo ambiental, tan ligero como torpe, tiene como fin primordial, publicar noticias escatológicas que generen histeria colectiva, con el único afán de salvaguardar su patrimonio monetario. En cambio: ¿por qué no difundieron con la misma ferocidad el escándalo de 2009 denominado climagate o watergate climático? Los medios venden el miedo porque no tienen más opción, porque esa es la herencia que han recibido, y los pueblos, sumisos, lo compran sin preguntar, sin discernir, sin calentar sus neuronas, sacrificando así el conocimiento, piedra angular de la sabiduría.

De las ramas de la ciencia, la relacionada con el calentamiento global es de lejos, una de las mejores financiadas a nivel orbital. Científicos medievales se prestan al juego de “dame el dinero y te daré la ciencia que necesitas”, en medio de una orgía desenfrenada de desinformación, sin importarles que se echen al bote de la basura cientos de investigaciones serias y con fundamentos teóricos coherentes, hipotecando el saber en su esencia misma, y todo “por un puñado de dólares”  En la actualidad abundan estudios concienzudos y desarrollados en su gran mayoría por verdaderos especialistas en la materia, los cuales no figuran en las listas de autores (2.500 aproximadamente) de los tratados oficiales sobre “el calentamiento global creado por el hombre”. En cambio, engrosan casi en el anonimato absoluto, la larga lista negra de sus detractores, a sabiendas de la pesada cruz que  llevan a cuestas.

6- Razón capitalista

Unos de los efectos colaterales más reprochables de esta cruzada climática es sin lugar a dudas, el dulce coqueteo de los países desarrollados hacia los del tercer mundo (en especial África), al exhortarlos a utilizar las energías de fuentes renovables, tales como la eólica y la solar, en detrimento de la energía eléctrica convencional, tal vez con el único fin de aumentar la brecha cada día mayor entre países ricos y pobres, garantizando así su supremacía económica. Este tipo de energías son de útil aplicación en países industrializados. Sin embargo, en África y muchos países  de América y Asia, todavía están en plena etapa de supervivencia, y no se pueden dar el lujo de experimentar con esta industria de tan costosa infraestructura, máxime cuando sus prioridades apuntan a intereses más urgentes. Al ritmo de propuestas tan indecentes, el tercer mundo jamás alcanzará siquiera un nivel de vida medianamente digno. ¿Quién se puede imaginar una gran red ferroviaria alimentada con molinos de viento?; ¿O una megaindustria alimentaria suplida por paneles solares?; ¿O un gran complejo textil a base de etanol? Dejo claro ante todo, que este tipo de energías limpias me parecen muy loables para los tiempos en que vivimos, y que bien enfocadas podrían ser un verdadero paliativo a los graves problemas de contaminación actuales, pero todo tiene un momento y un lugar.

7- Razón diplomática

No deja de ser inquietante el hecho de que el congreso de EEUU, siendo el país más industrializado de la tierra y por ende el mayor productor de CO2, se haya negado a ratificar la firma del protocolo de Kioto. ¿Acaso será consciente dicha nación de la mayúscula falacia que se esconde detrás de la teoría sobre el calentamiento global antropogénico? Más aún  teniendo  en cuenta de que se trata de la patria de Al Gore (polémico vicepresidente del gobierno Clinton), autor y presentador (¿o especulador?) de “Una Verdad Incómoda”, documental apocalíptico que pontifica sobre los terribles efectos del calentamiento global causado por el hombre. La difusión masiva de este registro audiovisual contribuyó de manera vigorosa a afianzar dicha teoría. Tanto así, que su creador recibió el premio Nobel de la paz (¿Qué hubiese opinado Don Alfred de esta distinción?). Para una visión más objetiva de este tema, recomiendo degustar el revelador documental británico de 2007: “La Gran Estafa del Calentamiento Global”, el cual hace las veces de contraparte teórica, susurrándole al oído a una ciencia del clima en llamas, el vil atropello que se comete en su contra, como si fuera su voz de la conciencia, retumbante y acusadora.

8- Razón científica (y por mucho, la de mayor peso)

A partir de la detallada observación de registros históricos de las curvas de temperatura vs CO2 en diferentes épocas de la tierra, se comprueba su justa dependencia, pero los resultados arrojados indican una posición contraria al circo mediático, es decir, que el aumento de la  temperatura en las diferentes edades de nuestro planeta es la causante directa del aumento del CO2 en la atmósfera, y no al revés como se adopta en la actualidad cual dogma de fe. Además, estudios complementarios revelan que es el sol el que gobierna el clima en la tierra y no la mano del hombre.

El mito se puede derrumbar a partir de varios hechos concretos:

Primer postulado a desmitificar: La temperatura en la tierra está regida por las continuas emisiones de CO2  a la atmósfera (base teórica del calentamiento global antropogénico)

Segundo postulado a desmitificar: La acción del hombre tiene la asombrosa capacidad de modificar el clima en la tierra. El sol es un simple espectador.

Hecho científico 1: Diariamente llegan a la tierra  rayos cósmicos, producto de explosiones de supernovas y demás fenómenos celestes. (Dada su magnificencia y belleza sin par, cabe destacar que cuando esta corriente de partículas cargadas llega a nuestro planeta y choca con el campo geomagnético, es desviada hacia los polos, dando origen a un sublime fenómeno visual de escasa ocurrencia, conocido como aurora boreal cuando ocurre en el hemisferio norte – Alaska, Siberia, Finlandia, Islandia, Groenlandia, Canadá – y aurora austral cuando ocurre en el hemisferio  sur – Nueva Zelanda, Ushuaia en Argentina, Puerto Natales en Chile -)

Hecho científico 2: Cuando los océanos se calientan liberan CO2 y cuando se enfrían lo absorben.  Esta es una ley de compensación natural.

Hecho científico 3: Los océanos representan el 95 % del CO2 natural.

Hecho científico 4: Los rayos cósmicos que bajan del cielo se cruzan con el vapor de agua que sube de los océanos, creando gotas microscópicas de agua que luego por condensación forman las nubes.

Hecho científico 5: Las nubes actúan como filtros que nos protegen de los rayos solares, es decir, regulan el clima terrestre.

Hecho científico 6: La actividad solar rige la intensidad de los vientos solares.

Hecho científico 7: Los vientos solares desvían los rayos cósmicos provenientes del espacio, actuando como escudo.

Conclusión: Concatenando estos 7 hechos científicos tenemos:

– A una mayor actividad solar es mayor la intensidad de los vientos solares.
– A una mayor intensidad de los vientos solares es mayor la cantidad de rayos cósmicos desviados al espacio.
– A una mayor cantidad de rayos cósmicos desviados al espacio es menor la cantidad de nubes formadas.
– A una menor cantidad de nubes formadas es menor el área de protección atmosférica.
– A una menor área de protección atmosférica es mayor la cantidad de rayos solares entrando a la superficie terrestre.
– A una mayor cantidad de rayos solares entrando a la superficie terrestre es mayor la temperatura global.
– A una mayor temperatura global es mayor el calentamiento de los océanos.
– A un mayor calentamiento de los océanos son mayores las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Es importante destacar que el atraso de las curvas de CO2 con respecto a las de temperatura es de cientos de años, dado que los océanos se demoran siglos en calentarse o enfriarse de acuerdo con su profundidad y extensión

Primer postulado concluyente: Las emisiones de CO2 a la atmósfera están regidas continuamente por la temperatura en la tierra. Bajo ninguna circunstancia ocurre el caso contrario.

Segundo postulado concluyente: El sol gobierna los cambios climáticos en la tierra alterando la temperatura a su antojo, y no el hombre, siempre pretencioso, con sus modestas (que quede claro: sólo si son comparadas con otras fuentes externas) emisiones de CO2 a la atmósfera. Análisis de los registros históricos de las curvas de manchas solares (Regiones solares con intensa actividad electromagnética) con respecto a las de temperatura indican estrecha relación entre el clima y el comportamiento del astro rey, avalando dicha conclusión.

Bajo ningún punto de vista debe entenderse este breve ejercicio literario como una apología a la actual contaminación ambiental reinante (que nada tiene que ver con el calentamiento global, protagonista principal del texto), fruto exclusivo de la descarada emisión de CO2 a la atmósfera por parte del hombre. Más bien, es una mirada crítica al capitalismo irracional, que con su sed de poder corrompe inmisericordemente a uno de los dones más preciados que nos regaló la naturaleza: “el conocimiento aplicado a la ciencia”.

Siglos atrás, el poder se medía según las posesiones en tierras, luego, según la cantidad de bienes y dinero en el banco. Ahora, para nuestra fortuna, según el grado de información adquirida. Como alguna vez dijo Sir Francis Bacon: “El conocimiento es poder”, los invito entonces a que se tomen el poder y contribuyan a edificar una ciencia más transparente y leal.

Los argumentos están servidos sobre la mesa. Depende de un ejercicio sesudo de introspección minuciosa, de alejarnos de los prejuicios establecidos, de modificar el lente con  que observamos las cosas, de imponer nuestra razón sobre la literatura científica liviana, de regular desde el sentido común la información etérea que nos invade día a día, y principalmente, de la capacidad de análisis de cada quien,  para decidir finalmente:” creer o no creer. He ahí la cuestión”.

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